by ESCUELA DE VALORES; Mauricio Aparicio
No se confía en alguien porque habla muy bien, ni porque posee muchos bienes intelectuales o materiales, ni por la imagen física de la persona. La confianza se gana con el recto obrar, con la verdad por encima de todo, con el cumplimiento responsable de nuestras obligaciones y promesas, mediante un trato de respeto y armonía con los demás, asumiendo y enmendando errores y comprendiendo a nuestros semejantes, tanto como nosotros deseamos ser comprendidos.
Para ser dignos de confianza, nuestra vida debe reflejar la coherencia entre las palabras y las obras. Tus obras están a la vista de todos: de tu pareja, de tus hijos, de tu familia, de tus compañeros de trabajo, vecinos, amigos y de personas que aún no te conocen. Como dice el poeta: que tus obras hablen tan fuerte, que tus palabras no se oigan; no importa lo grande o pequeña que sean; cada acción que sale de ti, te hace ganar o perder confianza, ya que impacta los pensamientos y sentimientos de quienes te rodean.
Vivir es una permanente prueba de confianza en nosotros, en nuestros semejantes y en la forma en que somos aceptados o rechazados por los demás.
Si la confianza es el cemento de las relaciones humanas, así como puede ser sólido y muy resistente, cuando se quiebra es casi imposible restaurarlo. La cantidad de amigos que tengas, las personas que acuden a ti en sus dificultades, las tareas que te confían y las relaciones con tu familia son los mejores indicadores del nivel de confianza que te has ganado.
Enfoquemos un poco la confianza que cada persona debe tener en sí misma. Confiar en nosotros mismos, tener la certeza de que somos capaces de asumir los retos que la vida nos trae a diario y estar seguros de que se obtendrán los mejores resultados de cada acción que desarrollemos, será parte de la actitud que se requiere para alcanzar éxito y realización personal.
La imagen que cada uno tenga de sí mismo invadirá cada espacio de su vida. Será el factor más decisivo en la determinación de su proyecto de vida, de su éxito y de su futura seguridad. Por eso, el nivel de aceptación y, en consecuencia, la confianza en nosotros, deben ser parte del crecimiento y desarrollo de cada ser humano. Un autor español, revestido de gran humanidad como Martín Descalzo, afirma que:
“Todo hombre debe dar dos pasos: el primero, aceptarse a sí mismo; el segundo, exigirse a sí mismo. Sin el primero, caminaremos hacia la amargura. Sin el segundo, hacia la mediocridad”.
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